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Las escuelas de los descendientes japonesa en México: Un esfuerzo que ha dado importantes frutos

El Liceo Mexicano-Japonés es una de las escuelas más reconocidas en la ciudad de México. Como sabemos, este proyecto educativo logró hacerse realidad mediante el esfuerzo y las aportaciones de la gran mayoría de la comunidad japonesa y también con el apoyo de los gobiernos mexicano y japonés. Al abrir sus puertas, en el año de 1977, el Liceo no sólo recibió a los descendientes de japoneses y a niños japoneses que venían con sus padres directamente de Japón, sino también a jóvenes mexicanos que deseaban tener una educación de calidad, basada en los principios y valores de la cultura de Japón.

El prestigio del Liceo Mexicano-Japonés es ampliamente conocido; sin embargo, no lo es el hecho de que este colegio recogió una tradición que venía de décadas atrás, pues en México desde que llegaron los primeros emigrantes a fines del siglo XIX, fundaron escuelas donde sus hijos aprendieran la escritura y la cultura japonesas. El objetivo de los primeros inmigrantes japoneses era mejorar sus condiciones de vida y llegar a poseer un cierto capital que les permitiera regresar a su país, pero además consideraban muy importante que sus hijos no sólo hablaran el idioma japonés, sino que lo pudieran leer y escribir por lo que una de sus mayores prioridades se centró en la construcción de esas escuelas donde los pequeños dominaran la lengua, herramienta que no sólo les permitiera no desarraigarse de su cultura, sino que, pensaban, sería de vital importancia cuando regresaran a Japón.

La primera escuela de este tipo que se creó en nuestro país, y en todo el continente americano, fue en el estado de Chiapas a principios del siglo XX, donde llegó la primera oleada de japoneses. El nombre de esta escuela pionera evocaba con toda claridad el espíritu y la ilusión con que llegaron esos primeros emigrantes: “La Aurora”. La aurora es esa tenue luz que se ve al amanecer y que se va aclarando poco a poco hasta convertirse en un enorme resplandor. Después de la escuela La Aurora, los descendientes de japoneses construyeron diversas escuelas en los lugares donde era posible hacerlo, pues básicamente se levantaban con los recursos que las mismas comunidades generaban. Fue así que en Mexicali, Baja California, y en Navojoa, Sonora, antes de la Guerra del Pacífico se crearon otras escuelas más. En algunas ocasiones, de acuerdo con testimonios de los asistentes a las mismas, se contó con el apoyo de los gobiernos prefecturales de Japón que enviaban a maestros para que ayudaran en la enseñanza de los niños. Posteriormente, durante la concentración de todos los descendientes de japoneses que ordenó el gobierno del presidente Ávila Camacho a finales de 1941 en la ciudad de México, se crearon importantes escuelas donde asistieron los niños de la concentración. En los barrios de Tacuba, Tacubaya, Tlalpan, Contreras y Algarín (en el centro de la ciudad) la comunidad de japoneses levanto no sólo sus escuelas sino pudo reconstruir poco a poco, a base de mucho esfuerzo, el prestigio con el que cuenta la comunidad japonesa hoy en día. 

El estudio de la lengua y la historia del Japón se impartían en doce libros o makis que sirvieron como libros de texto donde los niños estudiaron el hiragana y el katakana, además de los primeros kanjis que les permitieron leer el japonés. De todas esas escuelas, además del Liceo, la escuela Chuo, en el centro de la ciudad, sigue atendiendo a niños descendientes de japoneses y a mexicanos con objeto de que conozcan aspectos  de la cultura del Japón. La Aurora entonces sigue resplandeciendo para muchos niños. ¡Afortunadamente!

Foto cortesía de Chuo Gakuen (1946)

* Artículo publicado originalmente en el Boletín Informativo Nichiboku Kyoukai, de la Asociación México Japonesa, A.C. Nº 139, Volumen XV, septiembre de 2009.

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Liceo Mexicano Japonés, A.C.
Camino a Santa Teresa Número 1500
Col. Jardines del Pedregal.
Cp.01900 México, DF.
www.liceomexicanojapones.edu.mx

www.lmjapones.edu.mx

© 2009 Sergio Hernández Galindo

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