La comida es una parte tan esencial de la vida, no solamente porque nos provee de los nutrientes y las calorías necesarias para subsistir, sino porque a menudo el comer es un acto de socialización. Mi madre siempre decía, “El poder disfrutar de la comida es una bendición. El día que no pueda saborear más, será un día muy triste”. Cuando oí que mi abuela en Japón ya no cocina más porque no puede sacar bien los sabores y por consiguiente perdió su placer por cocinar para su esposo, las palabras de mi madre surgieron a través de mí. Esta participación al concurso de Discover Nikkei está dedicada a mi abuela, quien siempre nos invitaba a mis hermanos y a mí a regresar de vuelta a Japón con lo mejor de su cocina.
Hasta donde logro recordar, cada vez que mi familia viajaba de vuelta a Chiba, Japón, la cena de bienvenida a casa de mis abuelos era siempre la más sofisticada con mesas y mesas de sashimi, huevo, pepino, unagi, nori, gohan, y miso shiru para todos nuestros primos, tíos y tías, y nosotros. Ellos siempre nos recibían con una fiesta familiar de temaki-zushi.
La preparación en sí tomaba un esfuerzo en familia. Sacábamos afuera todas las pequeñas mesas japonesas con patas cortas de los oscuros y polvorientos armarios y las alineábamos en la sala de estar, que daban a una fila de mesas, algunas más grandes y anchas que otras, pero siempre con suficiente lugar para que todos nos sentáramos alrededor de ellas. Luego sacábamos los cojines zabuton y los colocábamos ordenadamente en el suelo en preparación para el banquete. Habiendo crecido en Estados Unidos, recuerdo haber tenido dificultad en sentarme en estos cojines sin cruzar las piernas, que aún es algo inadmisible para las damas en Japón.
Cuando la comida era traída afuera, era como armar un gran rompecabezas de todas las variedades de pescado y otros ingredientes uniformemente puestos a través de las múltiples mesas. No lo hacía más fácil el hecho de que muchos de los platos en los que se había colocado el pescado fueran hechos a mano por mis abuelos y por ende a veces deformes y disparejos. No obstante, nosotros siempre nos las arreglábamos para poner todo y luego era el momento de comer. “¡Itadakimasu!”
El Temaki es una comida que requiere trabajo antes de llegar al hecho real de comerlo. Primero debes poner un pedazo de nori en la palma de tu mano y luego colocar una cantidad justa de arroz en él. Luego aplanas el arroz sin aplastar los granos. En seguida, escoges tus ingredientes, tantos como puedan caber en tu roll sin que éstos se caigan. Es siempre un reto el adivinar la porción justa de sashimi, ¡especialmente cuando te pones codicioso y quieres incluir todo! Finalmente, remojas tu roll artesanal en shoyu y en wasabi y ¡a disfrutar!
Los adultos continuaban bebiendo su sake y shochu sofisticados mientras que los niños bebían mugicha y Calpis para bajar el picante del wasabi. Era siempre un momento tan alegre, el ponerse al día con los parientes y el comer hasta que sintiéramos que íbamos a explotar.
Yo siempre sentí que ésta fue una de las partes más memorables de mi viaje de vuelta a Japón. Me rompió el corazón el año en que no hicimos más estas fiestas porque eran demasiado trabajo para mis abuelos que estaban envejeciendo. Sin embargo, yo creo que fue alrededor de esta época que comencé a armar mis propias fiestas de temaki. Para cuando entré a la universidad, hacía que mis amigos vinieran a mi apartamento y compartía esta cultura de comida con personas japonesas y no japonesas.
Lo que una vez fue la fiesta de bienvenida a casa de mi familia es ahora una parte de mi vida que puedo compartir con las personas alrededor mío en los EEUU. Quizás cuando sea un poco mayor y tenga una familia propia, continuaré el legado y dé fiestas de temaki para mis hijos. Después de todo, ¿qué otra mejor manera de exponerlos a la cultura japonesa que el sushi enrollado a mano?